El diseñador Adolfo Domínguez, escritor inesperado y fan de Rosalía


Adolfo Domínguez (Orense, 1950) ha publicado un libro. No es de moda, no es de diseño, no es de empresa. No lo es, a pesar de que el modista gallego también es todo eso. Juan Griego (Ed.Defausta), la novela escrita por este escritor inesperado, es una reflexión sobre la acelerada decadencia, tanto económica como ética, de Argentina a través de las violentas y bellas vivencias de un teniente de la Armada Argentina a finales de los años 70.

"Pocos casos hay de decadencia tan rápida y quería buscar respuestas. Conozco bien el país, he tenido familia allí porque los gallegos hemos tenido que emigrar muchas veces, por eso nosotros no tenemos razón para impedir la inmigración, no tenemos argumentos para ello. Vivimos tiempos de Homero", comenta rotundo. Ha tardado 25 años en poder terminar Juan Griego, peculiarmente escrito en verso libre. “Cuando lo terminé, me encontré con la mejor editora posible, ha usado el hacha sin piedad, y quitó todo lo que sobraba. Había cosas que no tenían sentido, así que se lo agradezco. Ha hecho un maravilloso trabajo y ha quedado una obra que, no roza la perfección, pero sí la plenitud”, explica el gallego refiriéndose a Susana Prieto, su editora.

Pero la primera critica a su historia, según explica, vino de la mano de Tiziana, una de sus hijas: “’Papá, me aburres letalmente’, así que me hizo rehacer muchas cosas, sobre todo los diálogos para que fueran más creíbles”. El diseñador, casi con disciplina militar, aceptó casi el 100% de los cambios de la editora, aunque puso alguna resistencia a recortar el papel de los personajes femeninos. “Me resistí”, aclara, “me encantaban las mujeres que había creado. Son independientes y libres, las mujeres no hay nada que no hagan mejor”.

A colación de la fuerza de la mujer en Juan Griego, Domínguez relata que creció en una familia donde su madre educó y trató a todos por igual independientemente del género. “Nos repartíamos todas las tareas domésticas, pero estaba claro que eso no pasaba en todas partes y que era una manera diferente de vivir. Luego me di cuenta de que no era lo común y esto es algo que te queda dentro”, explica. Curiosamente Domínguez está absolutamente rodeado de mujeres porque, casado con Elena González, ha sido padre tres veces y las tres veces han sido chicas: Adriana, Tiziana y Valeria. “Siempre he considerado a las mujeres mis iguales, un hecho que también se hace peligroso porque les exijo igual. Mis hijas son mujeres muy preparadas”, comenta.

El empresario, lector voraz de la obra de William Shakespeare y El Quijote de Miguel de Cervantes, se pasó la adolescencia encerrado en la biblioteca del seminario donde estudiaba. “Don Perfecto”, recuerda el diseñador con una sonrisa, “me hizo el jefe de los libros y me sentía absolutamente feliz”.

Pero, ¿acaso Adolfo Domínguez no se divierte? “Sí, me divierte escribir y leer, es lo que más hago. Me gustan los libros que me dan insomnio y que quiero terminar en dos noches seguidas. No disfruto bebiendo alcohol, no disfruto comiendo, me alimento casi de manera científica, y no me gustan las discotecas”. Eso sí, es un gran melómano: “Mozart es perfecto, aunque no es el mejor, pero hay algo en él de alegría y Jimmi Hendrix es mi rockero favorito”. Además, cuenta a Vanity Fair, es un mitómano de Camarón de la Isla, una leyenda del flamenco que, en opinión del modista, podría tener relevo en este S. XXI. “¿Has visto lo que hace Rosalía? ¿Lo que hace con la voz, su elegancia, su innovación? Me tiene maravillado”, apunta.

Estar sumergido de manera permanente en los libros marcó toda la existencia futura de Domínguez y su ambición por alcanzar la sabiduría, si es que es eso posible en algún momento vital. “Yo escribo sobre todo para entender el mundo y, la verdad, no creo que el mundo esté peor. De hecho, creo que cualquier pasado fue peor, más violento, más cruel y más complejo. Nací sin luz eléctrica y vi llegar los coches, la televisión cuando tenía 15 años… No sabes cómo han cambiado las cosas, lo que pasa es que el ser humano siempre tiene alguna amenaza, somos frágiles como especie e individuo”. Ahora mismo, según explica Domínguez, la amenaza más fuerte a la que se enfrenta la humanidad es el cambio climático, pero “soy optimista, no pesimista, eso sí, en la vida hay que pelearse todo el tiempo y es cansado”.

Se ha metido en un mundo que, desde el punto de vista profesional, le es ajeno, pero a Domínguez no le importan las críticas: “Me dedico a diseñar y me vendo todo el tiempo, es parte de la vida. Pero, si tuviera que convencer a alguien le leería cualquier parte de libro, si le engancha que lo lea y si no, que lo deje. Esto no es un producto de marketing, si alguien lo lee, lo verá. Es un texto a contracorriente de la cultura que vivimos en España y en cualquier país católico”.